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Banaz Mahmod y la lucha contra el matrimonio forzoso

¿Cómo te sentirías si a los dieciséis años descubrieras que tus padres han organizado tu matrimonio con un desconocido mayor que tú, a quien no conoces y con quien no tienes nada en común? ¿Y si tu negativa a celebrar ese matrimonio pudiera poner en peligro tu propia vida?  ¿Y si fuera tu propia familia, tu entorno más querido -tíos, primos, hermanos- el que amenaza tu integridad?

El Código Penal español en su artículo 177 bis recoge la celebración de matrimonios forzosos como una de las posibles modalidades de trata, en concordancia con la legislación internacional.  Algunos países como el Reino Unido poseen una trayectoria más dilatada en la lucha contra esta forma de esclavitud, dada la elevada presencia en el país de comunidades que, históricamente, han aludido a interpretaciones culturales o religiosas para preservarla.

el punto de inflexión

Un ejemplo de lo que pueden llegar a suponer esas prácticas lo revela el asesinato de la joven de origen kurdo iraquí Banaz Mahmod, en el año 2006 en la ciudad de Londres. Su muerte supuso un punto de inflexión en la comprensión de la realidad de los matrimonios forzosos y los denominados crímenes de honor. La sociedad británica quedó conmocionada no solo ante la crueldad del asesinato sino ante la gravedad y reiteración de fallos policiales relativos a protección, inadmisibles dentro de cualquier democracia moderna que se precie como tal. Pese al estupor y a la incomprensión inicial, aquello les estaba pasando a ciudadanas británicas. Había habido suficientes, demasiadas, llamadas y peticiones de auxilio por parte de la joven Banaz que fueron minimizadas, relativizadas y finalmente ignoradas: la policía no comprendía la presión a la que podían llegar a estar sometidas las víctimas por parte de sus familias y la necesidad de promover un cambio de paradigma que reforzara la protección a todos los niveles, pero especialmente en el policial y jurídico, era evidente. Las peticiones de auxilio de Banaz se contemplaron de forma disgregada sin llegar a entender todo lo que estaba viviendo la víctima, algo que solo ha comenzado a suceder tras años de lucha y concienciación que han tenido como fruto la elaboración de una legislación específica, de la que la orden de protección contra el matrimonio forzoso es uno de sus principales exponentes. Porque lo que casos como el de Banaz revelan es que luchar contra el matrimonio forzoso es, esencialmente, prevenir el delito de homicidio. Tras su muerte, la existencia de este tipo de crímenes no podía seguir siendo relativizada más bajo el velo de la corrección política, el respeto a lo diferente o el miedo a ser tachado de racista.

banaz mahmod

La historia de Banaz, como tantas otras, comenzó en su infancia. Entre los siete y los diez años, tanto ella como sus cinco hermanas sufrieron mutilación genital. Se les explicó que era la manera de protegerlas de ser promiscuas y de que en el futuro pudieran deshonrar a la familia.  Al llegar a la adolescencia, Bekhal, la hija mayor del matrimonio y la más rebelde de todas las hermanas, huyó del hogar familiar para acabar siendo acogida por los servicios sociales. En el proceso legal alegó abusos y amenazas por parte de su padre. A partir de ese momento, su rastro fue borrado de la memoria familiar. Sin embargo, este hecho tuvo un elevado precio desde el punto de vista social. La familia fue repudiada y condenada al ostracismo.  Algunos vecinos llegaron a amenazar con arrojar bombas de gasolina a la casa familiar. El padre había perdido su status dentro de la comunidad. De esta forma, el matrimonio forzoso de Banaz a la edad de dieciséis, así como el de su hermana en idénticas circunstancias unos años más tarde, fue la forma de recuperar la honra y el respeto perdido dentro de los que ya no les reconocían como sus iguales.

Dos años después de contraer matrimonio, y en un momento en que la pareja compartía vivienda con su hermana y su marido en Birmingham, Banaz reunió el coraje suficiente para abandonarlo. En numerosas ocasiones les había transmitido a sus padres que había sido golpeada y violada en reiteradas ocasiones. La respuesta que siempre obtenía era que debía soportar la situación porque, de lo contrario, toda la familia perdería su buen nombre. Sin embargo, en julio de 2005 reunió el coraje suficiente para abandonarlo y regresó al hogar familiar en Londres, donde se enamoró y comenzó una relación de libre elección con el joven Rahmat Sulemani. Los problemas comenzaron cuando un primo los vio besarse en el metro, un hecho aparentemente intrascendente tal y como juzgó la policía al recibir la primera denuncia de Banaz pidiendo ayuda: algo tan trivial no podía poner en peligro la vida de ninguna mujer.

Sin embargo, Banaz tenía razón. El dos de diciembre de 2005, su padre y su tío reunidos en casa de este último, habían decidido que tanto ella como su pareja debían de morir por haber deshonrado a la familia y a la comunidad. Ese mismo día, Banaz escuchó de forma accidental una conversación telefónica entre su tío y su madre confirmando estas intenciones y acudió a la policía a pedir ayuda. No la tomaron en serio. Diez días más tarde les hizo entrega de una carta en la que indicaba quienes serían las personas implicadas en su asesinato, en el caso de que llegara a sucederle algo. El 31 de diciembre de 2005 fue la última vez que Banaz pidió ayuda desde el hospital en el que había sido ingresada tras denunciar que su padre había intentado matarla esa misma tarde. Su novio realizó la grabación en la que ella, desde la cama, relataba lo sucedido y que luego él entregaría a la policía. La policía mujer que la entrevistó en el hospital consideró melodramáticas y manipuladoras sus declaraciones y quiso acusarla de daños contra la propiedad, en relación a una ventana que había golpeado mientras huía del domicilio familiar.

El 26 de abril, apareció el cadáver de la joven. Había sido violada y estrangulada por tres hombres previo encargo de su padre y de su tío carnal. Fue torturada durante al menos dos horas. La investigación policial reveló que sus familiares más próximos estaban implicados en su asesinato, tal y como ella había descrito que sería.

Si los avances en materia de lucha contra el matrimonio forzoso ahondan en la protección que hoy en día se brinda a las víctimas será por Banaz y todas aquellas que perdieron su vida o de algún modo su integridad por desear vivir en libertad. En palabras de Javindra Shangera, fundadora de la ONG Karma Nirvana, hay demasiadas Banaz Mahmod todavía ahí fuera…