En primer lugar, esa nueva pornografía es considerada, por amplios sectores de la juventud que no la perciben como una amenaza, como su principal fuente de conocimiento en materia afectivo-sexual. Y el problema es que, cada vez parece más evidente la capacidad que el consumo prolongado de pornografía tiene, no solo de modificar las percepciones de las personas, incluido el deseo sexual, sino también de generar conductas de habituación que acaban degenerando en una pérdida del placer.
En el primer caso, podemos preguntarnos qué está ocurriendo ante el incremento de agresiones sexuales entre menores de edad, según recoge la Memoria de la Fiscalía General del Estado del año 2022, y en qué medida puede este incremento estar relacionado con el acceso a contenido pornográfico por niños desde edades cada vez más tempranas y desde dispositivos que carecen de ningún tipo de control parental. Para algunos expertos, la relación entre ambos factores es clara.
En el segundo caso, si bien la creencia popular puede llevar a pensar que el porno es la forma de ampliar y desarrollar la sexualidad, lo que la evidencia empírica viene demostrando es más bien lo contrario, es decir, que la reduce. De hecho, cada vez es más común encontrar casos de jóvenes que presentan disfunción eréctil inducida por el consumo de pornografía, esto es, jóvenes que han perdido la capacidad de excitación con sus parejas y que solo pueden alcanzarla mediante la visualización de contenido pornográfico; O los estudios que vinculan el consumo de pornografía con menor satisfacción en el encuentro sexual, menor autoestima, menor calidad en las relaciones o mayor probabilidad de infidelidad y de ruptura.
La adicción a la pornografía
En segundo lugar, entrando ya en el terreno de la adicción, podemos pensar en todo aquello que le sucede al cerebro cuando el consumo de pornografía se convierte en adictivo, y cómo este hecho impacta en la vida sexual y afectiva de la persona, aunque no solo en esos ámbitos. Pensemos, por ejemplo, qué le puede suceder al ocio, a las relaciones interpersonales- cruciales para el crecimiento del adolescente- o a los estudios de un joven adicto. Y es que, aunque esta es una dimensión menos dada a conocer por los medios de comunicación, esta nueva pornografía online es altamente adictiva.
Desde hace años, muchos han sido los investigadores que lo confirman. Uno de los más relevantes, Gary Wilson, recientemente fallecido, posee una interesante charla en YouTube titulada El gran experimento del porno y un libro llamado Your brain on porn, del que, en breve, tal y como anuncia la web de idéntico nombre, habrá una traducción al español.
Desde No+Trata, os recomendamos una visita a estos recursos, así como que escuchéis testimonios de jóvenes que, en compañía de profesionales de la salud, muestran su lucha por salir de la adicción, que se encuentran disponibles en YouTube. Gary Wilson solía decir que era crucial escuchar a estos jóvenes para poder comprender más y mejor el estado de adicción y poder ayudar a salir de él. Desde No+trata creemos también que estos testimonios nos permiten comprender mejor el impacto de la adicción a la pornografía en todas las áreas de la vida y cómo la vulnerabilidad emocional puede ser puerta de entrada para la misma.
La expansión de la pornografía
En tercer lugar, la expansión de esta nueva pornografía se debió fundamentalmente a dos factores. Por un lado, la generalización de las tecnologías de cuarta generación, fenómeno que tuvo lugar alrededor del año 2008 y, por otro lado, la compra que las principales empresas de producción y distribución de pornografía hicieron de posiciones de privilegio en internet. Posiciones que se encontraban vinculadas a la distribución de noticias e información a nivel internacional. Una operación que, hasta entonces, carecía de precedentes. Las implicaciones de estos movimientos se pueden apreciar en el siguiente dato. Mientras que YouTube necesitó cuatro años para llegar a alcanzar cincuenta millones de clientes en Estados Unidos, Pornhub alcanzó esa misma cifra en solo diecinueve días.
En la actualidad, nos encontramos al borde de la generalización de la tecnología de quinta generación, una modalidad que va a introducir un cambio cualitativo también sin precedentes en lo que al consumo de pornografía online se refiere. Este cambio consistirá en la posibilidad no solo de visualizar el contenido, sino de pasar a la acción, esto es, no solo poder ver la escena, sino participar en ella. Como nuestro cerebro primitivo no tiene la capacidad de distinguir entre la realidad y la ficción, cree que lo que ve en la pantalla es real. Esta «amplificación sensorial» de la experiencia pornográfica puede tener consecuencias impredecibles en el cerebro de los consumidores, ya que, a todas luces, no puede ser lo mismo recordar el haber visualizado una violación, que «recordar» el haber participado en ella, aunque sea una realidad virtual.
Pornografía, prostitución y trata sexual
En cuarto lugar, parece cada vez más evidente la conexión entre el consumo de pornografía, la prostitución o la trata de seres humanos con fines de explotación sexual. De hecho, no es extraño que, tras haber consumido pornografía en la que aparece un determinado tipo de mujer, por ejemplo, asiática, sea el propio algoritmo el que le indique al consumidor en qué lugar concreto, cerca de aquel en el que se encuentra, puede encontrar mujeres de ese tipo, incentivando el consumo de prostitución o incluso de trata. De una forma gráfica cabría decir que la nueva pornografía forma parte de un ecosistema mayor que incentiva la explotación a través de la inteligencia artificial. Esa posibilidad, sin perjuicio de que sea más o menos perceptible por parte del consumidor, es real y urge posicionarse ante ella.
A su vez, es crucial concienciar a nuestros jóvenes sobre prácticas tan extendidas como el sexting -de gran uso por parte de adolescentes y adultos- o el grooming, y en qué medida las imágenes generadas pueden ser susceptibles de abuso sexual. La práctica del sexting es especialmente preocupante en las edades de tercero y cuarto de ESO y, aunque chicos y chicas reciben presiones para enviarlas, ellas son las que las reciben en mayor medida. Es fundamental trabajar de cara a la prevención, recordarles que es preciso que se sientan libres en todo momento antes sus compañeros y parejas, así como el sufrimiento que genera la difusión de este tipo de imágenes, aunque sea entre compañeros. Además, es preciso recordar dos cosas que los adultos con frecuencia olvidamos. La primera es que no existe la pornografía infantil; lo que entendemos bajo esta categoría es, simplemente, abuso sexual de menores. Y la segunda es que, como menores, en ningún caso pueden nuestros jóvenes otorgar consentimiento libre válido para aparecer en imágenes de contenido sexual.
Las redes sociales y la pornografía
Recientemente, el doctor Miguel Ángel Martínez-González, experto en salud pública, acaba de publicar el libro llamado Salmones, hormonas y pantallas. En él declara, con una perspectiva holística que a menudo se echa en falta, hasta que punto las redes sociales y la pornografía son una grave amenaza para la salud pública y para la salud mental de nuestros jóvenes, algo que de un modo u otro todos podemos intuir. Sin embargo, el autor va un paso más allá y no duda en vincular ambas realidades con el incremento del suicidio entre la población más joven.
Hace tiempo que llegamos tarde; que urge que, como sociedad, abandonemos la actitud del avestruz. Los jóvenes demandan educación afectivo-sexual en el sentido más amplio del término, una educación que supere la concepción de que sexo seguro es aquel en el que se usa preservativo, sin más. Demandan y merecen el conocimiento que les permita articular sus decisiones afectivas y sexuales para su propio bien; autonomía sexual y afectiva, poder construirse como personas, aquello que ha sido crucial siempre y que no les llega. Necesitan, también, sentirse protegidos, aunque no lo verbalicen, de manera que sean capaces de protegerse a sí mismos ante retos vitales que generaciones anteriores no hemos conocido y que son de todo menos sencillos.
En mi adolescencia, cuando me encerraba en mi habitación por la noche, esta era el lugar más seguro del mundo y la única señal del exterior que llegaba era la de la radio. Os invito a ver el siguiente anuncio que es parte de la campaña realizada por la Internet Watch Foundation, organización que trabaja contra el abuso sexual de menores online. Aunque no se encuentra en español, es lo suficientemente gráfico para recordarnos los riesgos derivados de algo tan simple como conectarse online solo. Como adultos debemos reaccionar y ayudar a nuestros jóvenes. Vamos tarde. Se lo debemos.
El presente artículo, así como sus recomendaciones no pretenden, en ningún caso, sustituir la opinión de profesional. Simplemente se trata de dar a conocer, con más profundidad, las posibles implicaciones del consumo de pornografía online. Si crees que necesitas ayuda en relación a este ámbito, no dudes en consultar con un profesional experto en la materia. Y recuerda, si te sientes presionado por alguien mayor que tú online, que te contacta por privado y que quiere imágenes tu cuerpo desnudo, hay tres cosas que puedes hacer: 1- Bloquea; 2- Denuncia; 3- Cuéntaselo a alguien de confianza.