Manifiesto por el Día Internacional contra la explotación sexual y la trata de personas
Buenos días a todas y todos:
Muchas gracias por acompañarnos en este día tan importante, y muchas gracias al Ayuntamiento de Santander por su colaboración para poder realizar esta concentración. Gracias a todos.
Muchos de vosotros quizá ya nos conocéis. Somos la Asociación Nueva Vida y, desde hace más de veinte años, trabajamos con mujeres en situación de prostitución y de trata.
Hoy es 23 de septiembre, Día Internacional contra la Trata y la Explotación Sexual, y desde Nueva Vida queremos invitaros a renovar el compromiso por mantener viva la llama que nos permita alumbrar un mundo libre de explotación.
Porque, aunque resulte difícil de creer, a día de hoy al menos 50 millones de personas se encuentran bajo alguna forma de esclavitud en el mundo.
Al pensar en la elaboración de este manifiesto, nos dimos cuenta de que no solo queríamos alzar nuestra voz por aquellas personas que son tratadas y explotadas sexualmente cada día, sino que, también queríamos tratar de esbozar el horizonte complejo en el que se han convertido la trata y la explotación sexual. Y, al hacerlo, tomamos conciencia de que, si no integrábamos Internet dentro de la visión global, correríamos el riesgo de quedarnos atrás, de no comprender la magnitud de aquello a lo que nos enfrentamos y que, sobre todo, perderíamos la oportunidad de proteger a nuestros jóvenes, es decir, nuestro futuro. Para lograr nuestro objetivo, queremos contaros una historia, pero no una historia cualquiera. Se trata de vidas de personas. ¿Nos acompañáis? Empezamos.
Cuando Serena compartió aquellos vídeos de sí misma, nunca imaginó las consecuencias que este hecho, en apariencia insignificante, podría tener. Su mundo entero implosionó. Tenía 14 años y nunca había salido con un chico. Se había enamorado, o eso creía. Al poco de conocerse, este le pidió que le enviara imágenes de sí misma desnuda y ella se sintió halagada e insegura. Todo a la vez. No supo ver el umbral de peligro que, disociada ya de la niña que quería dejar de ser, se disponía a cruzar. No supo leer la señal de alerta permanente ubicada en el estómago en forma de ansiedad que le provocaba aquella petición. Serena no aceptó el mensaje de su intuición. La necesidad de gustarle a él se impuso, fue más fuerte.
Serena quiso creer, tal vez, que aquello la vincularía más a su amor de forma definitiva. ¿Quién no cree a los quince en un concepto idealizado del amor en el que este es para siempre? En definitiva, Serena no supo decir «no».
No supo colocar el respeto a sí misma dentro de la ecuación de su recién estrenada relación. Sí, habéis adivinado bien. Hoy estamos aquí todos reunidos para, en parte, poder hablar de educación. Una educación personal y afectiva que nos permita proteger a nuestros jóvenes y ayudarles a construirse como personas. Una educación que no admite más dilación.
Pero volvamos a nuestra heroína. Los compañeros de clase de Serena, de pronto, empezaron a hacerle muecas y a acosarla. La llamaban puta.
Comenzó a recibir mensajes de desconocidos que la chantajeaban para que les enviara más vídeos, bajo la amenaza de hacerle llegar los primeros a su madre, que todavía desconocía lo ocurrido. Serena estaba siendo explotada sexualmente sin saberlo, de forma múltiple y simultánea. Su cuerpo ya generaba un beneficio. Era mercancía de una industria tan implacable como opaca, que opera 24/7, nutriéndose de la intimidad de ya demasiadas personas y desde cada uno de nuestros dispositivos móviles, con alcance inmediato a cualquier parte del mundo en la que haya Internet.
Como consecuencia de aquella experiencia de acoso en clase, el chico que distribuyó las fotos, (su chico, ¿lo recordáis?) fue sancionado; Serena tuvo que abandonar la escuela y empezar de nuevo en otro colegio.
Pero los vídeos ya estaban en la plataforma porno más visitada del mundo y, según un estudio, la tercera industria con más impacto del mundo tras Facebook y Google. Su madre les pidió formalmente que los bajaran, aludiendo al hecho de que Serena era menor. Mientras esto sucedía, en el nuevo colegio el rumor no tardó en volver a extenderse. Los vídeos volvían a estar en esta y otras plataformas gracias a algunos de sus nuevos compañeros de clase.
Fue entonces cuando Serena empezó a cortarse. Más tarde intentó suicidarse con una sobredosis. Fracasó. Frustrada por seguir viva, se colgó en el cuarto de baño. Esta vez fue su hermana quien dio la voz de alarma.
Empeñada en no vivir, pero sin saber cómo hacerlo, se enganchó a la metadona y a los opiáceos. Así conseguía adormecer el dolor. Y su vida se descolgó de la red invisible que nos sostiene a todos; abandonó definitivamente el colegio y perdió su hogar.
Cuando un periodista del New York Times la encontró, Serena tenía 19 años y vivía en un coche junto a sus dos perros. Sabía que en ellos al menos sí podía confiar.
La historia de Serena no acaba aquí, os la seguiremos contando más adelante. Seguro también que, en la medida de lo que podéis, intentáis asesorar a vuestros hijos, aunque a veces no sepáis cómo. Seguro que creéis en su bondad, en que lo que han visto y oído en sus casas a lo largo de los años mediante vuestro ejemplo les va a servir para conducirse en el mundo de hoy.
Pues bien, aunque nos gustaría poder deciros lo contrario, no es suficiente.
Internet nos ha cambiado a todos. Solo el tiempo dirá si su irrupción en nuestras vidas es equivalente al descubrimiento de la imprenta en el siglo XV. ¿Acaso podríais vivir vosotros o yo mismo sin móvil o WhatsApp hoy?
La globalización de los años noventa nos trajo un tipo de trata y de explotación sexual reconocible a la vista. Lo que cambió fue, sobre todo, la procedencia de las mujeres, el origen geográfico de lo que siempre había existido en nuestros bares de carretera y que también habíamos considerado normal.
Comenzaron a ser mujeres extranjeras, vinculadas a eso que se denomina técnicamente flujos migratorios de escasa formación —ojo, no siempre; en Nueva Vida lo sabemos—, cuya meta era y es huir de la pobreza, vender el cuerpo, lo único que se tiene, y poder con ello sostener a las generaciones que se encuentran al otro lado de océano o a miles de kilómetros de aquí. Intentar cortar el eslabón de la pobreza y no transmitírselo a quienes vienen detrás de nosotros es algo que querríamos todos, ¿no?
La pobreza es el caldo de cultivo de la explotación. Lo era y lo sigue siendo. Tendemos a creer que la esclavitud es algo del pasado. Sin embargo, dista mucho de estar erradicada.
Según la fundación Walk Free, en la actualidad hay casi 50 millones de personas bajo alguna de sus formas, ya sea explotación sexual, laboral, mendicidad forzosa, servidumbre, matrimonio forzoso o tráfico de órganos. Solo aquí, en nuestro país, el informe CITCO afirma que en 2022 se detectaron a 6.655 personas en riesgo de encontrarse en situación de explotación sexual, casi dos mil más que el año anterior. Pero es que, además, España es el primer consumidor a nivel europeo de prostitución y el tercero a nivel mundial, demanda que no hace sino incentivar y consolidar la explotación.
Porque la esclavitud no cesa, nosotros nunca hemos dejado de ayudar. Nuestro trabajo siempre ha sido y es crear alternativas dignas para las mujeres que acuden a nosotros.
Sin embargo, a esta forma más tradicional de explotación, se ha sumado la que se canaliza a través de Internet. No podemos ser ingenuos. La red ha multiplicado de una forma difícilmente calculable las ventanas de oportunidad de explotadores, agresores y tratantes. ¿Sabéis lo que son los mensajes privados de Instagram o Facebook? Ahí lo tenéis, un canal preferente de captación por parte de estos.
Y es que, además, cada vez se hace más difícil separar la trata o la explotación sexual de la pornografía, por mucho que, desde ciertos sectores, se insista en decirnos lo contrario.
Porque lo que historias como las de Serena nos enseñan es que hoy cualquiera puede ser víctima, si no de trata, de explotación sexual. Si no nos creéis, leed el periódico The Guardian. El pasado mes de abril, este diario publicó un artículo escrito tras dos años de investigación y titulado de este modo: Cómo Facebook e Instagram se han convertido en mercados de tráfico sexual de menores. Y ahora, os pregunto:
¿Conocéis en profundidad las redes que utilizan a diario vuestros hijos?
Internet ha dinamitado el paradigma de la trata, la explotación sexual o el abuso. Lo que tenemos ante nosotros es un ecosistema distinto. Un ecosistema unido por el algoritmo, en el que hasta nuestra propia idea de consumo de prostitución tiene que ser replanteada. Uno de nuestros mayores expertos en pornografía y explotación lo explica de este modo.
Cuando una persona consume pornografía en la que sale un determinado tipo de mujer, pongamos que asiática, enseguida comenzará a recibir anuncios en los que se le indicará a qué distancia de su casa se encuentra ese mismo tipo de mujer, ejerciendo la prostitución, siendo traficada o explotada. Las posibilidades son varias.
Nos encontramos ante industrias que operan tanto en lo virtual como en lo material, que se aprovechan de la pobreza personal o física de las personas y de su vulnerabilidad, y que generan esclavitud.
El modelo tradicional de trata necesita la presencia física de la persona para explotarla. El virtual, solo tu atención y tu tiempo…
No queremos reteneros más tiempo. Pero tampoco queremos desaprovechar la ocasión para transmitiros aquello que creemos que abre camino, aquello que nos hace más fuertes.
¿Os acordáis de Serena? Tras atreverse a contar su historia al New York Times, recibió ayuda, asesoramiento legal, un hogar en el que vivir y retomó sus estudios. Además, demandó a MindGeek, empresa propietaria de plataformas pornográficas, y a Visa, por el enriquecimiento de ambas ligado a la exposición y distribución de abusos sexuales y agresiones a menores.
Necesitamos una ley que regule el acceso a la pornografía, que proteja a nuestros menores con controles efectivos de edad, por ejemplo. El estado de Utah en EE. UU. lo está intentando ahora mismo. Italia, Francia y Reino Unido acaban de anunciar medidas similares. No podemos quedarnos atrás. Sabemos que no es sencillo, pero hay especialistas españoles que llevan mucho tiempo estudiando este campo, que saben cómo hacerlo, que tienen propuestas y conocimiento. Escuchémoslos a ellos.
Pero no solo eso. Necesitamos colaborar con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Por ello, desde Nueva Vida apoyamos la creación de unidades especializadas en la persecución de los delitos sexuales online, con personal cualificado y dotación presupuestaria. Sabemos que, allí donde existen, estas unidades están sobrepasadas y necesitan apoyo externo.
Es nuestra obligación como ONG especializarnos cada vez más y crear puentes de colaboración, allá donde sea bueno y necesario, sabiendo que es la Policía la que tiene que liderar en ciertos supuestos.
A su vez, queremos recordar que nos encontramos en un momento legislativo crucial. Debido al año electoral que es este 2023, la tramitación de la Ley Orgánica contra la Trata y la Explotación de Seres Humanos en todas sus formas ha quedado en suspenso. Por ello, pedimos a los poderes públicos que retomen su aprobación; que no se escatimen medios para luchar contra la explotación sexual por todas las vías posibles, tanto a nivel judicial como administrativo.
Pedimos también que se retome la regulación de la tercería locativa, de modo que se ataque a todas y cada una de las caras del proxenetismo, para que nadie pueda lucrarse de la prostitución ni de la pobreza ajena.
Por último, pedimos una revisión de nuestro modelo educativo, porque nada de lo que hemos señalado anteriormente puede atajarse sin educación. Porque nuestros jóvenes necesitan educación afectiva para respetar a otras personas, y también para poder respetarse a sí mismos y defender su intimidad. Porque no podemos permitir que un puñado de empresas «eduquen» a nuestros hijos en sus relaciones íntimas.
Como veis, nuestro eslogan dice sin demanda no hay trata. Pues bien, no alcanzaremos ese objetivo sin educar y sin el compromiso de todos.
Debemos seguir trabajando debido al grave problema que tenemos ante nosotros. La trata con fines de explotación sexual nos afecta a todos. Pensamos «a mí no me puede suceder», pero ya os hemos contado lo fácil que es que nos pueda afectar personalmente o a las personas que nos importan.
Sigamos avanzando, seamos valientes, trabajemos juntos y recordemos que todas las vidas son iguales y tienen el mismo valor. Hay personas en España que sufren esclavitud sexual y hoy levantamos nuestra voz para denunciarlo.
Gracias por apoyar con vuestra presencia esta lucha que nos atañe a todos los que estamos aquí y a la sociedad en su conjunto.
¡Muchas gracias!